lunes, 11 de abril de 2011

* DONDE DEJES LA CARNE, DEJAS LOS HUESOS *

   Esta es una sabia frase de un amigo benedictino, que respondía de esta manera, a una solicitud de ingreso, a una persona de edad  en un monasterio benedictino.  El amigo monje aclaraba con clarividencia, que el lugar-hospedería, no era un geriátrico, y que con gusto hubieran recogido a todo el mundo, pero en ese concreto lugar, quien se apuntáse, era invitado " para servir a los demás, NO para ser servido". A partir de ese momento, la ilusión que  este hombre, había puesto en su futuro inmediato, se vino abajo, y hasta se desilusionaba de los días que pensaba disfrutar en la hospedería conventual; así y todo, no sintió que hubiera recibido la puntilla, en términos taurinos, y  después de un buen rato, optó por no desperdiciar aquella experiencia, de al menos convivir durante algunos días,  desde Vigilia hasta Completas, la vida religiosa del monasterio.
El día a día fué interesándole más y más.  Vigilia, Maitines, Laudes, Sexta, Vísperas, Completas, etc. se hicieron habitual en la contemplación de su reloj. Genuflexiones, reverencias, cánticos, libros de música, momentos de meditación, le llevaron a encontrar una reflexión. Él, pedía mucho al Señor, pero le daba muy poquito. Sí, su actitud era bien positiva, hacia Dios y la Iglesia, pero qué habia a cambio ?
Le daba quizás, al menos  Gracias, por seguir vivo, y  con la fé que le acompañaba ?
Mucho distaba el reencuentro con el Señor, casi ni se atrevía a decírselo, pero, qué bonito, que ese Señor, era su amigo, y hasta tal punto que no sólo le tuteaba, sino que era partícipe de todos sus pensamientos, y María, cómo estaba de atendida ?  Si un poco desconsolado teníamos a Jesús, a María, la Madre de todos los pueblos, casi olvidada, pero claro, ella humilde siempre, ocupa un lugar secundario, y no decía nada, esa es la gran Madre. Prometió que durante aquella estancia, no se olvidaría de ninguno de los dos, y si alguna vez, hubiera algo tan grave, como para dudar si comentarlo directamente con el Señor, aprovecharía, no egoistamente la intercesión, de María, sino su comprensión como madre, para trasladar aquellas faltas graves hacia Ella, y Ella, ya resolvería.
Día a día,  comprobaba que la semilla que recibiera un día, en la pila bautismal, iba dando su fruto, en aquella tierra buena, excelente, que era el entorno monacal.